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lunes, 23 de diciembre de 2024

BERLANGA

 


Al final, en lo absurdo está lo humano, y en lo humano, la verdad.

 

Este mes de diciembre he finalizado en la Universidad de Alicante un taller sobre escritura de guiones cinematográficos. Revisamos películas, guionistas y directores, sobre todo norteamericanos. Wilder. Hitchcock. Ford. No estuvo mal. Aprendí cosas. Pero cada vez que terminábamos, pensaba en otros nombres. En otros directores. Pensaba en Berlanga. No se hablo de su filmografía. Supongo que no había tiempo. O no era el enfoque. Pero para mí, Berlanga siempre está ahí. Este texto es sobre él. Sobre lo que fue y lo que sus películas siguen siendo. Luis García-Berlanga Martí, nació en Valencia en 1921, no solo dirigió películas: trazó un mapa de las contradicciones de la sociedad española. Con una mezcla precisa de mordaz ironía y humor corrosivo, logró atravesar las diversas estructuras del franquismo y retratar lo que otros apenas se atrevían a manifestar. Su cine, era un cóctel de surrealismo y realidad cotidiana, no solo desnudó la España de su tiempo, sino que, de paso, marcó un antes y un después en el cine mundial. Berlanga no necesitó discursos directos ni denuncias explícitas. Supo que la fuerza estaba en los detalles: una conversación aparentemente intrascendente, una escena que rozaba lo absurdo, un personaje perdido en sus propias contradicciones. Era su forma de esquivar la censura, pero también de tocar fibras que otros ignoraban. En sus manos, lo cotidiano se transformaba en una radiografía aguda del poder, la moralidad y la absurda burocracia que gobernaba la vida de tantos.


Con Berlanga nació un adjetivo. La Real Academia Española no dudó en reconocer el término "berlanguiano", que define un estilo único donde lo surrealista no solo es posible, sino inevitable. Imagina un pueblo pequeño, una fiesta patronal, un enredo administrativo que crece hasta consumir a todos sus participantes. Lo absurdo no es solo comedia: es el vehículo para entender las tensiones sociales, las hipocresías del poder y los dilemas humanos que siguen resonando décadas después. Sus historias, en apariencia triviales o cómicas, esconden reflexiones profundas sobre temas como la jerarquía social, los valores impuestos y las contradicciones de una época. A través del humor, Berlanga hacía lo que pocos podían: hablar de temas prohibidos sin decir una sola palabra prohibida.
En el cine de Berlanga, los personajes no son héroes ni villanos; son seres humanos atrapados en sistemas que no comprenden del todo. Funcionarios confundidos, campesinos enredados en trámites imposibles, curas, alcaldes y familias rotas por normas absurdas. Estos personajes, forzados a enfrentar situaciones límite, reflejaban la impotencia de una sociedad presa de su propia burocracia y prejuicios.


Sin embargo, a pesar del tono crítico, Berlanga nunca cayó en el pesimismo absoluto. En sus películas, la risa estaba siempre al alcance, incluso cuando los temas son duros. Esa capacidad de equilibrar la comedia y la reflexión es lo que hace que sus obras trasciendan las épocas y sigan estando hoy vigentes como lo fueron en su tiempo. Más allá de sus guiones inteligentes y su visión crítica, Berlanga tuvo un don especial para trabajar con actores. Supo rodearse de intérpretes que entendían su visión y la llevaban al límite. Esas actuaciones, naturales y llenas de matices, añadían  profundidad a unas historias que ya de por sí eran complejas. Recurrentemente, trabajó con actores que terminaron por ser piezas clave de su estilo, como José Isbert, Pepe Sacristán o Alfredo Landa. Cada uno aportaba una dosis de humanidad a los enredos, haciendo que el público pudiera reír y reflexionar al mismo tiempo. A lo largo de su carrera, Berlanga cosechó premios y reconocimientos, tanto en España como internacionales. Pero su verdadero legado está en las lecciones que dejó al cine: cómo criticar sin gritar, cómo hacer reír sin perder la profundidad, cómo contar historias que sean, al mismo tiempo, un espejo o un cobijo. Hoy, su influencia sigue viva en cineastas contemporáneos que encuentran en su obra una fuente inagotable de inspiración.


Lo esencial del cine de Berlanga

  • Crítica social y política de forma sutil e indirecta.
  • Uso del absurdo como herramienta para explorar realidades incómodas.
  • Personajes atrapados en sistemas sociales opresivos o contradictorios.
  • Comicidad que suaviza temas duros y complejos.
  • Dirección de actores excepcional, cargada de humanidad.
  • Reflexión constante sobre las tensiones sociales y las clases medias.


PELICULAS QUE ME GUSTARON

Luis García-Berlanga no solo dejó películas, dejó una manera de mirar el mundo. Su cine nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay espacio para la risa y la crítica. 







Bienvenido Mister Marshall (1953)

Esta comedia de humor ácido que critica de manera irónica el conformismo y la ingenuidad de las clases bajas españolas de la potsguerra, así como la manipulación política y social que subyace en los intercambios internacionales, mientras retrata el contraste entre las falsas apariencias y la realidad.

En un pequeño pueblo andaluz, los habitantes se preparan con gran expectación para la llegada de una misión diplomática estadounidense, a la que esperan recibir como si fuera una gran oportunidad para mejorar sus condiciones de vida. Los aldeanos, deseosos de impresionar a los "señores americanos", organizan una serie de eventos y preparativos extravagantes, intentando parecer más ricos y sofisticados de lo que realmente son. La llegada de los estadounidenses, sin embargo, no será como esperaban. 


Plácido (1961):

En vísperas de Navidad, un hombre humilde llamado Plácido es invitado a cenar en la casa de una familia burguesa como parte de una campaña del régimen del General Franco que promueve la caridad bajo el lema "Siente a un pobre a su mesa". 

Mientras Plácido se enfrenta a la vergüenza de ser un mero símbolo de buena voluntad, la comedia se convierte en una feroz crítica al fariseísmo de la burguesía y a la hipocresía de una sociedad que se jacta de su generosidad mientras mantiene profundas desigualdades. Plácido es una sátira mordaz sobre las contradicciones de una España gobernada por valores católicos y un sistema social profundamente desigual. Fue nominada a los Oscar como mejor película de habla no inglesa.




El verdugo (1963):

La historia sigue a José Luis, un joven que, tras casarse con una mujer de familia modesta, se ve obligado a trabajar como verdugo, un oficio que hereda de su suegro. La película, es una mordaz crítica a la brutalidad de la pena de muerte por garrote vil y a la hipocresía social. A través de una comedia negra, El verdugo aborda temas como la muerte, la moralidad y la supervivencia, mientras el protagonista se enfrenta a su creciente incomodidad con su trabajo. A lo largo de la película la sátira expone el cinismo de una sociedad que acepta la violencia estatal como parte de la normalidad, al tiempo que los personajes lidian con las contradicciones de sus propias creencias y actitudes.



La escopeta nacional (1978)

Ambientada en una cacería de la alta sociedad de los primeros años, en los últimos años de vida del General Franco, La escopeta nacional es una sátira mordaz sobre las relaciones de poder entre empresarios, políticos y aristócratas durante los últimos años del régimen. La película se burla de los tecnócratas, el Opus Dei y la corrupción política, utilizando el humor negro para mostrar las contradicciones y la decadencia de las élites. La historia, inspirada en una anécdota real, sigue al Marqués de Leguineche y su familia mientras navegan por los entramados de la política y los negocios. La escopeta nacional se convirtió en la película más taquillera de Berlanga y dio inicio a una trilogía que continuaría con Patrimonio nacional y Nacional 3, explorando la evolución de los personajes en los convulsos años de la Transición.



La vaquilla (1985)

Durante la Guerra Civil Española, un grupo de soldados republicanos recibe la misión de robar una vaca de los sublevados para poder alimentar a su correligionarios. En medio del conflicto, los hombres se enfrentan a la absurda realidad de la guerra con un tono de comedia, mientras tratan de cumplir su misión sin caer en las trampas del enemigo ni perder la dignidad. La vaquilla ofrece una sátira frívola de la guerra, exponiendo las contradicciones humanas a través de personajes torpes y entrañables. Con humor negro y una crítica a la barbarie bélica, la película se burla de la violencia y el fanatismo, mientras muestra la inutilidad de los enfrentamientos y la camaradería en medio de la adversidad.



Todos a la cárcel (1993)

En esta película, Luis García Berlanga ofrece una farsa esperpéntica que se centra en un grupo de antiguos presos políticos, ahora en el poder, que se reúnen en una prisión durante un fin de semana conmemorativo, compartiendo espacio con los presos comunes. A lo largo de la película, la comedia se convierte en una crítica a la hipocresía y corrupción del poder, mientras los personajes enfrentan las contradicciones entre su pasado revolucionario y su presente burgués. La película, que se rodó en la antigua prisión Modelo de Valencia con los propios reclusos como extras,  ganó el Goya al mejor director para Berlanga, el único de su carrera. Con un humor ácido y una reflexión sobre la justicia y la desigualdad, Todos a la cárcel es una sátira del poder político y de las relaciones entre las distintas clases sociales en una España que aún lidia con las huellas del régimen anterior.



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